Puñalada trapera

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Mi ex, vino a la ciudad a resolver unos temas de papeles, pero como siempre que tiene que venir, organiza el viaje de tal manera que no haya posibilidad de volver el mismo día, acoplándose así en mi casa, partiéndome en dos. Le presto la cama y yo duermo en el sofá.

En la última «visita» registró las mesitas de la habitación y armó la de San Quintín porque encontró una caja de preservativos y algún mecanismo le llevó a pensar que era la misma caja que usábamos meses atrás, y a la que, según sus cálculos, le faltaban unidades. Me despertó a gritos, me levantó del sofá, gritó pidiendo explicaciones y se largó encabronado.

La caja debía ser la cuarta o quinta que compraba después de la que él recordaba.

Ayer se instaló otra vez, repetición de la jugada. Me acosté en el sofá, agotada tras la insomne noche anterior entre ronquidos insufribles, y a las 3 de la madrugada me despierta pidiendo explicaciones de todo lo que tengo en mi móvil y que durante horas, y aprovechando mi sueño profundo, había investigado de arriba a abajo, dejando mi intimidad en el fondo de la taza del wc.

En mi móvil está todo. Siempre he dicho y mantengo, que perderlo sería de las peores cosas que puede ocurrirme, y que me generaría molestias muy considerables. Es mío, y en él guardo información muy personal, mensajes, emails, fotografías, anotaciones, la agenda A, y la B, citas…

No le dí tiempo siquiera a explicarse, le pedí de muy malas formas que se largara de mi casa y no se le ocurriera volver en su puta vida. No sé qué llegó a ver y qué no. Sólo sé que ahora sabe mucho de mi vida actual, y su actitud es amenazante. No me asusta, pero me duele.

Me duele esa actitud, me siento mal, no tanto por lo que hago o dejo de hacer, como por la ya tan conocida sensación de impotencia, tras volcar tu buen hacer en alguien y recibir a cambio mierda maloliente.

En fin, a ver si consigo desparasitarme de una jodida vez.